29 de abril de 2025.- Contaba Jorge Bergoglio que, a escasos momentos de su elección papal por el colegio cardenalicio,  su vecino en el conclave, el cardenal Humes, le dijo vas a ser tú pero ¡No te olvides de los pobres”!

Esa frase que en estos días está dando la vuelta al mundo como anécdota, tuvo muchos años atrás sus antecedentes. Corría principios del año 1979.

Argentina aún festejaba haber ganado el mundial de fútbol. Videla, Massera y Agosti celebraban junto a un pueblo exaltado, la conquista deportiva futbolística jamás alcanzada a nivel mundial. Terroristas, represores y todo un país se fundían en un gran abrazo como si los años de la violencia entre los dos demonios se hubiese detenido. De derechos y humanos pasamos a tocar el cielo con las manos.

La tablita de Joe Martínez de Hoz no importaba. El deme dos de Miami marcaba los primeros síntomas de un proceso de desindustrialización que seguiría con los años. Los trabajadores empezaban a sentir los síntomas del exceso de las importaciones y la falta de productibilidad. Los sindicatos agachaban la cabeza a cambio de conservar sus cuotas y prebendas personales y el índice de pobreza en la Argentina rondaba por el 8%, con un 10% de informalidad laboral y el 3% de desocupación.

En otra parte del mundo, la muerte de Paulo VI (hoy santo) marcaba un nuevo tiempo de la iglesia. Los caminos de la teología de la liberación y los juegos financieros del Banco Ambrosiano condicionaban la necesidad de promover un nuevo pontífice con el espíritu de renovar las tres “F” sagradas (Forma, Fondo, Finanzas).  Sin embargo, esa etapa de cambio duró tan solo 33 días (curiosamente la edad de Cristo).  Albino Luciani ungido como Juan Pablo I fallece por causas aún dudosas que pusieron a tambalear el propio andamiaje de la iglesia católica.

Por primera vez en muchos siglos un Papa no italiano, llegado de la Europa sometida, arriba a la silla de Pedro y su primer viaje oficial lo hace a un país que no reconoce su investidura como líder espiritual pero que le aporta una de las feligresías más numerosas del mundo: México.

Karol Józef Wojtyla  o Juan Pablo II aterrizaba en suelo azteca un 26 de enero de 1979 con un gesto que lo caracterizaría por siempre: arrodillarse y besar la tierra que lo acogía.

Desde la guerra de los cristeros que se prolongó desde 1926 a 1929 entre el gobierno y milicias de laicos, presbíteros y la ruptura de toda relación clero-gobierno, la situación de la iglesia en México era muy especial.  Los sacerdotes no podían vestir o exhibirse como tal en la vía pública. Estaban proscriptos sus derechos políticos y si bien no eran ya perseguidos, existía oficialmente, una línea muy marcada y definida de no contacto alguno entre las autoridades gubernamentales y el clero. Como muchas de las dualidades que tiene México como país, este escenario tan particular también contenía un especial dejo de hipocresía. Si bien ninguna autoridad oficial podía aparecer, mostrase o estar presente en oficio religioso alguno, en privado todos ellos eran bendecidos, bautizaban a sus hijos y cumplían los santos sacramentos con una devoción y sentimiento guadalupano más profundo que el propio Juan Diego (indígena hoy también santificado a quien se le hizo su aparición por primera vez en el siglo XV  la Virgen de Guadalupe)

El ejemplo más claro a estos comentarios fueron los pormenores de la visita de Juan Pablo II a México en 1979. El gobierno anunciaba que recibiría a un jefe de estado, (por el Vaticano) y no al líder espiritual de los 1,200 millones de católicos que hay en el mundo.

El entonces presidente de México, José López Portillo por su parte, ante la inexistencia de relaciones diplomáticas oficiales entre México y la Ciudad del Vaticano, esperó al pie del avión al papa Juan Pablo II al bajar de su vuelo, pero se refirió a él como “visitante distinguido” y, tras el saludo protocolar, se retiró dejándolo con su feligresía. No obstante esa actitud, y volviendo al dualismo, días después, el propio presidente invitó al pontífice a la residencia oficial donde celebró una misa privada en la capilla que había hecho construir para su madre, una señora muy católica de comunión diaria.

Los 5 días que Juan Pablo II estuvo en México, en que dirigió 36 mensajes y se reunió con casi 15 millones de feligreses marcaron a fuego una comunión entre el Papa y un pueblo fuertemente místico y de fervor guadalupano que se mantuvo vivo hasta su muerte. Seis visitas realizó en total Juan Pablo II a México durante su pontificado y en cada una de ellas fortaleció ese amor con su pueblo. La canción de Roberto Carlos “tú eres mi amigo del alma”… y el cántico “Juan Pablo Segundo te quiere todo el mundo”, fueron el himno que acompaño al Papa todo el tiempo.

En sus traslados debutó el Papamóvil, vehículo que ya es historia y con su imagen y carisma tan personal, empezó a romper esa visión medieval de que el líder de la iglesia católica era un santo no fallecido, intocable e impenetrable.

Volviendo a las dualidades propias de la política y diplomacia mexicana, la recepción organizada a su santidad fue una fiesta digna de la alfombra roja de Hollywood.

Todo el mundo quería sacarse la foto con él y don López, el fotógrafo oficial del cuerpo diplomático, trataba de consentir los pedidos de cada funcionario que pasaba. “López aquí!, ¡López, una más!, ¡López, los tres juntos!, ¡hasta que en un momento el propio Papa le dijo “López, faltó con este! Al tocarle el turno del saludo protocolar a mi padre, entonces representante del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), para México y el Caribe Juan Pablo le preguntó en un italiano que ambos dominaban a la perfección “¿Tú quién eres y qué haces? Al recibir la respuesta de rigor y retirarse para dar paso al siguiente saludo, Juan Pablo II  tiró del brazo  a mi padre, lo volvió a su lado y le dijo por su nombre de pila: “Bruno,  no te olvides de los pobres” La foto que acompaña este relato testimonia ese diálogo cercano y profundo entre ambos.

46 años han pasado de aquella visita y de aquella anécdota.  En este tiempo dos Papas han sucedido a Juan Pablo II,  y uno nuevo próximamente llegará. México tuvo 8 presidentes y restableció sus relaciones diplomáticas con la Santa Sede poniendo fin a más de un siglo de hostilidad. Por su parte la Argentina en ese tiempo tuvo 14 mandatarios de todos los colores, (sin contar a los de paso), un conflicto con Chile que necesitó la mediación del propio Juan Pablo II para evitar la guerra y protagonizó una guerra con el Reino Unido por las Islas Malvinas que también contó con la presencia posterior pacificadora de Juan Pablo al país. 

La deuda de nuestros países aumentó en términos absolutos 158,9 %   es decir asciende hoy a más de  1’244,600 millones de dólares  y los niveles de pobreza crecieron a índices que muestran que hoy en día una de cada 10 personas en la región vive en condiciones extremadamente pobres; es decir, sus ingresos no le permiten subsistir. América Latina continúa siendo una de las regiones con mayor desigualdad del mundo, y la pobreza juega un papel principal en esta situación.

Las políticas keynesianas y proteccionistas han fracasado con la misma intensidad que las llamadas neoliberales. La economía de mercado tampoco aún  no ha traído ni progreso ni bienestar a aquellos pueblos que la enarbolaron como la única opción para lograr un estado de igualdad.  Las revoluciones reivindicadoras de los derechos de los pueblos y de los trabajadores se fueron aburguesando en oxidados dictadores y líderes sindicales que han buscado perpetuarse en el poder a espaldas de los propios que dicen proteger.

Mientras tanto  en este lapso, América Latina sigue considerada una región con niveles de corrupción sin límites.

La iglesia misma atraviesa por una etapa de cuestionamientos hacia su papel espiritual y terrenal, sumado a ello las tremendas denuncias de abusos de menores por parte de algunos de sus miembros.  En estos 46 años casi un 20 por ciento de la población del continente se trasladó del catolicismo al culto evangélico, cuando a mediados del siglo 20 sólo representaban un 1 por ciento. Las causas las resumiría, una vez más, en respuestas no encontradas.

Y para cerrar el círculo podríamos decir que las ideologías fueron sustituidas por la tecnología.

Han pasado 46 años, ayer enterramos a Francisco, un jesuita que supo enfrentar, iniciar y renovar una iglesia de oropel aún muy conservadora. En camino a un nuevo conclave y la intriga de cómo será el futuro de la institución en estos tiempos del 4.0 y de la inteligencia artificial, Vuelvo a las palabras de Juan Pablo II y a la recomendación de Humes a Bergoglio y me pregunto, ¿quiénes se olvidaron de los pobres?

(*)Consultor Internacional en temas de fortalecimiento de gobiernos.  Es Profesor Asociado del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad de Harvard.