02 de agosto de 2025.- Diego Castañón, alcalde tulumita, lo que sea de cada quién, hace su luchita. Más bien su luchota. Anda desatado recorriendo la comarca. Parecieran que le dijeron: ¡Ahora o nunca, o la tomas o la dejas!.

Y es válido tanto alboroto. Camarón que se duerme, dicen los enterados, termina empanizado o convertido en ceviche.

En estos tiempos en que lo que menos se respeta es a las instituciones y a las reglas de la contienda, cada quién se promociona a cómo se lo permite el presupuesto de su respectiva dependencia.

Anoche, jugó fútbol en el campo “10 de Abril” de la capital del estado.

El icónico inmueble deportivo estaba casi en penumbras. No les exagero. Varias luminarias estaban tuertas. ¿Fiel reflejo de cómo se maneja administrativamente este ayuntamiento?. 

Sepa, pero es el colmo que no puedan sustituir una docena de luminarias, sobre todo cuando nos visita un “crack” como el Diego.

Por lo visto Yensunni no le dio tanta importancia a la visita de su colega y le importó un pepino que el campo estuviera casi a oscuras.

El juego de Diego no es algo que rompa esquemas. No es nada novedoso. No es algo que merezca el fichaje de algún trabuco acostumbrado a orbitar en niveles de Champions Ligue.

Es el capitán por razones obvias, pero no hay liderazgo. No se ve como un mariscal de campo. No es un 10 que le embuya a los suyos ese ánimo de triturar a los rivales. Por ratos se ve como un capitán improvisado que está a expensas de lo que hagan dos o tres de los mejores jugadores de su equipo. No habla, no indica, no señala el rumbo para organizar la jugada que desequilibre a la defensa contraria.

El equipo, como indican los cánones, juegan para él, el balón es suyo la mayoría de las veces, sin embargo, el problema estriba en que no hay excelsitud en sus acciones, no sabe bajarlas de a pechito.

Está lejos de ser un jugador que provoque la locura en las tribunas. Es uno más en el terreno de juego, de los que ya hay muchos con ese estilo desesperado para que los tomen en cuenta y les permitan seguir en la nómina de los elegidos, de los que no requieren ser unas luminarias para estar en las grandes ligas.

Para acabarla de amolar, perdieron el juego ante los yensunitas, los del uniforme guinda. Y eso que la ilustre dama tenía cierto pretexto para una posible derrota ya que andaba arrastrando la patita.

El problema en las cuestiones meramente futboleras (je, je, je), es que cuando llegas a una liga de cierto nivel, si ya traes defectos que nunca corregiste de novato, es prácticamente imposible que de pronto, ¡milagro!,  te conviertas en un fino estratega que reciba ovaciones sinceras -sin el chesco y las tortas- en los sitios que visitas.